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Cuando finalmente, después de meses de búsqueda y pruebas fallidas, apareció el editor-financista, el abogado Alberto Ohanian, ya era verano. 1976 se nos vino encima, y con él el golpe militar de Videla y sus secuaces. Nos reunimos y nos preguntamos: ¿Qué hacer?

La decisión fue seguir adelante, ver cómo venía la mano, no hablar de temas urticantes: política, religión, drogas. Decir las cosas a través de otros, con metáforas literarias y artísticas. “Hay todo un mundo fuera de lo que está prohibido, y vamos a recorrerlo para no asfixiarnos. Parezcamos una revista de música a los torpes ojos de los censores.” 

Las reuniones de redacción, delirantes y creativas, eran lo que hoy se llamaría un brain storming, sólo que las ideas y las tormentas eran muy extremas, motorizadas por la brillante imaginación de Jorge y el humor corrosivo del Negro Fontova. La redacción era como una extraña isla de libertad en medio de una ciudad callada y asustada. 

Ya se sabe que las tapas del Expreso fueron una marca indeleble de la revista, y un toque de color y locura en los kioscos monocromos y censurados del Proceso. La idea era que cada tapa fuera diferente, y contara una historia por si misma. El famoso tomatazo a Travolta, símbolo de la cultura pasatista que la dictadura quería imponer, es un ejemplo

 

ALGUNAS NOTAS NOTABLES

 

La Nota de Punk

 

El punk estaba surgiendo contra todo en Inglaterra y USA, y Alfredo traía todos los días las noticias que buscaba afanosamente en los medios extranjeros, en tiempos en los que no había internet ni computadoras, aunque hoy parezca mentira. No sabíamos si reflejar la violencia contracultural del punk inglés con sus letras desafiantes y sus historias sangrientas sería aceptable para la mentalidad del proceso. Pero tampoco nos pusimos a pensar demasiado. Partíamos de la base de que casi todo se podía decir si era con palabras de autores extranjeros que pertenecieran al mundo occidental y cristiano, y, después de todo, Johnny Rotten era extranjero.

 

A mí se me ocurrió desde el segundo número hacer una sección llamada “Guía práctica para habitar el planeta Tierra”, para hablar por primera vez de “ecología aplicada”.

 

Aunque leída hoy la sección parece ingenua, a través de los años me he encontrado con muchísima gente que se interesó por la alimentación y la medicina natural a partir de esas pocas páginas, y el movimiento de agricultura ecológica en la Argentina surgió a partir de los lectores de la Guía y de las minuciosas notas de José Luis Damato.

 

En realidad, creo que hay que agradecerle a Damato que nos acostumbró a la investigación seria y la información fidedigna en temas “alternativos” como el cambio climático (¡¡en 1978!!), las energías renovables, la manipulación genética, la crítica a la energía nuclear, etc. En lo nuclear, José Luis hizo una nota demoledora a partir de la película Síndrome de China, y por un instante pensamos que nos métiamos en problemas, ya que la energía nuclear siempre fue un negocio particular y secreto de los milicos, y en ese momento más que nunca.

 

Investigación seria e información minuciosa también tenían las notas de Basabru sobre jazz y música de vanguardia y las de Claudio sobre el rock y el folk norteamericanos. La idea de decir TODO sobre un artista resultaba en páginas y páginas de tipografía que llamábamos “arráncate los ojos” porque ningún autor quería cortar lo que tanto trabajo había requerido averiguar.

 

Siempre nos pareció que como buena revista de rock, teníamos que hablar de los grandes del tango, el folklore, la música brasilera o la salsa. Es decir, no se trata de géneros musicales, sino de personas que muestran caminos nuevos. Fue así que en la sexta tapa del Expreso, antes que ningún músico de rock, pusimos a Piazzolla, con un reportaje extenso.

 

Los geniales Egberto Gismonti y Hermeto Paschoal de Brasil y Opa, conjunto de los hermanos Fatorrusso de Uruguay, vistieron por primera vez la tapa de una revista popular en cualquier lugar del mundo. Egberto, con la historia de sus búsquedas sonoras entre las tribus amazónicas del Xingú, mezclado con su formación de alto nivel clásico y jazzístico, causo sorpresa y una legión de seguidores. Hermeto mostró por primera vez a los argentinos que no hacía falta gran tecnología –preocupación central de los rockeros de la época- para inventar una música asombrosa, y nos mantuvo alelados a Alfredo, Claudio, Fernando y a mí con un recital de una hora con dos botellas de gaseosa.

Damato hizo una meticulosa nota de muchas páginas sobre la teoría jungiana del Inconsciente Colectivo, graficándola con imágenes parecidas de todas las culturas y los tiempos. De allí salió la inspiración de Charly para componer el tema, que habla de “los aleros de la mente”.

 

Diana Bellessi, hoy poeta laureada argentina, hizo una serie de reportajes sobre la poesía aborigen y los cantantes de las quebradas, trabajando bajo la guía de Leda Valladares. También cubrió las distintas culturas aborígenes de América, contadas como experiencias vivas e inspiradoras.

 

Desde los primeros números, a instancias de Pistocchi, buscamos dibujantes creativos que generaran historietas divertidas y directas. Rolando Rojo, Gustavo Dall´Occhio, Diego Vegezzi, Resorte Hornos, Rubén Vásquez (Nebur) y otros produjeron una seguidilla de cuentos dibujados altamente satíricos y delirantes. Jorge consiguió los derechos de “Little Nemo en el país de los

sueños”, una de las primeras historietas. Jorge también tuvo la idea de hacer fotonovelas, y con la ayuda de fotógrafos excepcionales como Eduardo Martí y Uberto Sagramoso ese territorio se convirtió en un mundo nuevo en el que, otra vez, se podían decir cosas sin decirlas.

 

La lista de periodistas de hoy que debutaron en el Expreso es muy larga: Por ejemplo, los secretarios de redacción de las distintas etapas: Ralph Rotschild –hoy editor de La Mano, Sandra Russo, Gloria Guerrero. Adriana Franco hoy escribiendo de rock en La Nación, empezó con unas crónicas a principios de los 80.

Roberto Pettinatto llegó a la revista a través de una carta de lectores, oculto tras el seudónimo Laura Ponte, y se quedó para siempre. Con su obsesión por el “Nuevo Periodismo” de Tom Wolfe, Truman Capote y Hunter Thomson, y sus permanentes arranques de sátira y sarcasmo, contribuyo a renovar el lenguaje. Cuando poco a poco todos nos fuimos yendo, Pettinatto quedó para dirigir el último año de la revista, ya con una tónica claramente musical.

 

En el segundo número pusimos como editorial una letra del grupo escocés Incredible String Band que es toda una declaración de principios de la revista, y lo opuesto al pensamiento intolerante de la dictadura de ese momento, y que me gusta para cerrar estos recuerdos:

“Su cabeza es tan amplia que todo lo que la vida dice tiene lugar para vivir y respirar y ser, y más aún…”

Pipo Lernoud

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El comienzo de la dictadura más sangrienta de la historia latinoamericana –lo que ya es decir mucho- no es una buena oportunidad para empezar una revista basada en la libertad y la exploración.

En realidad la idea ya tenía su tiempo de rodaje. Había surgido de la cabeza eternamente creativa de Jorge Pistocchi, ex mecenas de Almendra, ex director de la revista Mordisco, especializada en rock. Jorge me contactó a mediados de 1975 con una carpeta con dibujos y notas, un logo y la primera tapa ya diseñada.

Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto, y pensar en armar un equipo. El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, el “negro renacentista”, actor, dibujante, músico, escritor y viejo amigo de las noches de naufragio con Miguel Abuelo y Tanguito. Horacio le pondría la impronta estética al Expreso, una personalidad que la destaca entre las revistas de la Argentina y probablemente del mundo. Jorge trajo a Alfredo Rosso, que estaba terminando la colimba y escribía para su anterior revista, Mordisco. El veinteañero Rosso trajo a dos amigos, Claudio Kleiman –compañero de la colimba- y Fernando Basabru.

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Resorte

El doctor Hornos, para los amigos Resorte y para la ley, Eduardo Sanz (*) fue acompañando con sus ilustraciones a Jorge haciendo las viñetas de la revista y dándole, junto a Fontova y muchos otros, la gráfica que la hizo distintiva.

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(*) Gran compañero en las comisarías a las cuales solían llevarnos después cada recital por medio y donde no lo conocían como Resorte...

Alfredo

"El Expreso Imaginario": periodismo y contracultura

La publicación dirigida por Jorge Pistocchi y Pipo Lernoud puso en el centro de sus intereses al correo de lectores, la ecología, la filosofía oriental y los pueblos originarios. Alfredo Rosso cuenta sus comienzos como cronista en la mítica revista.
Por Mariano Nieva - Agencia Paco Urondo


Alfredo Rosso: Esto que decís, lo aprendí en aquellos años de colegas como Claudio Kleiman, por ejemplo, que es quien trajo la música brasilera al Expreso, y así nos enteramos hace más de 40 años de la existencia de Caetano Veloso, Gilberto Gil, Hermeto Pascoal y Ney Matogrosso. Pipo Lernoud, por su parte, metió el folclore en un momento en que le teníamos un poco de miedo a este estilo, junto con el tango, porque había una especie de fricción con los tangueros que habían sentido en los ‘60 que el rock les había quitado escenario y figuración, y de algún modo tenían razón. Algo de eso había pasado por aquel tiempo. 
APU: ¿Y en qué momento sentís que esa mixtura de sonidos y estilos empezó a escucharse con más claridad entre nuestros artistas? 
AR: Todo se fue integrando, como cuando volvió la Negra Sosa al país luego del exilio y, ya superada la dictadura, en el escenario donde se presentó estaban León Gieco y Charly García. O Daniel Sbarra, músico de Virus, que tocaba por entonces con Jaime Torres. Entonces comenzó una etapa maravillosa que hoy en día es una constante y a nadie ya le asusta, y es que el rock se fusione con el folclore, por ejemplo. Eso sí, nunca debemos dejar de honrar a los pioneros como Gustavo Santaolalla quien este mestizaje ya lo hacía en los ‘70 con su grupo Arco Iris. Si por ejemplo escuchas su canción “Quiero llegar”, vas a encontrar tango "piazzoleano", folclore y también jazz. 
APU: ¿Qué significó para vos haber sido parte del Expreso Imaginario teniendo en cuenta que recién habías salido de la colimba, el contexto en que apareció la publicación y la estatura de mito que luego alcanzó?
AR: El Expreso para mí fue un aprendizaje, imagínate que tenía 21 años y recién salía de hacer el servicio militar junto con Claudio Kleiman, a quien conocí ahí, en el cuartel. A los 15 días de haber conseguido la baja me puse a hacer una sección que se llamaba “La hora de los inéditos” en el programa de radio “Viento a favor”, en colaboración con Fernando Basabru quien había sido mi compañero en el secundario y que hoy nos acompaña y nos mira desde algún lugar del cosmos. Además, trabajaba en una grabadora editando discos y cuando entré al Expreso, que recién comenzaba, me encontré con una generación que me llevaba entre cinco y diez años de experiencias, y que tenía además una mirada humanista de la vida y un afán de libertad a todo precio. 
APU: Gente con mucha lucidez y visión de futuro.
AR: Totalmente, ahí estaban Jorge Pistochi y Pipo Lernoud como sus directores; el Negro Horacio Fontova, al que todo el mundo lo conoce como músico y humorista pero que es un gran diagramador y un gran dibujante y que hizo un enorme trabajo en la revista. José Luis Damato, quien era el que se encargaba de todas la notas sobre ecología, y mucha otra gente que se fue sumando, como Gloria Guerrero, Sandra Russo y Roberto Petinatto, quien como todos sabemos fue saxofonista de Sumo y que llegó a ser director en la última etapa de la revista a la cual mucha gente no le da la debida bola. 
APU: Es cierto lo que decís con respecto al periodo en que estuvo Petinatto al frente de la revista, muy pocos lo recuerdan y lo reconocen.AR: Creo que lo interesante del trabajo de Petti es que intentó insertar la revista en los ’80, en un contexto muy diferente a los comienzos. Aunque acepto que quizás la primera etapa que va desde el 76 hasta el 79 haya sido la más fructífera de la publicación. Un tomatazo para Travolta.
Hacia 1978 los principales grupos de la escena local se habían disuelto. Las noticias de las separaciones de La máquina de hacer pájaros, Invisible, Crucis, Polifemo, Soluna y Pastoral entre otros, se conocieron por las páginas del Expreso Imaginario. Esta situación, sumada a un contexto de asfixia producto de la dictadura militar y del exilio de grandes figuras como León Gieco, Lito Nebbia, Gustavo Santaolalla, Pino Marrone y Edelmiro Molinari, hizo que cayeran de manera considerable tanto la edición de nuevos materiales discográficos como la cantidad de shows en vivo. Por otra parte, el film Saturday night fever estrenado un año antes, dirigida por John Badham, y la cultura de la música disco en nuestro país fueron otros de los factores que agravó la situación. Artistas como Bee Gees, Donna Summer, Gloria Gaynor y Kool & The Gang eran las principales estrellas de un fenómeno que proponía a la discoteca y al baile como alternativa a la comunión del recital.El Expreso Imaginario, bien a su manera, no permaneció ajeno a esta nueva circunstancia y recogiendo el guante en la edición N° 26 de septiembre de 1978, puso en tapa un tomatazo en el rostro de John Travolta, ícono de la música disco. La portada fue acompañada por una sarcástica nota central titulada “Los afiebrados robots de sábado por la noche”. 
APU: Otra de las cosas que se le rescatan al Expreso fue el haber sido una suerte de periodismo de anticipación. Hablaban de lo que muchos callaban.
AR: Pipo y José Luis Damato fueron pioneros en abordar lo que se venía, el tema ambiental, la contaminación de los mares y la polución en las ciudades. Todo esto lo hablábamos en 1977 y 1978, en la sección “El manual para habitar el planeta Tierra”, por ejemplo, algo realmente “incorrecto” para la época, porque era abordar estos temas en un país ideal en donde estaba todo bien y éramos derechos y humanos. Así que con toda esa gente hicimos una revista que hablaba de cine, teatro, ecología y comunidades en una época en donde no se podía hablar de todo eso libremente. Por eso, considero que Expreso Imaginario fue un lugar de resistencia cultural en una época espantosa. Por otro lado, mi aporte era en la parte musical con Kleiman, Basabru y el inolvidable Edy “La Foca” Rodríguez, quien también tocó con el Negro en el dúo que conformaron y que le pusieron por nombre Fontova y la Foca. 
APU: Muchos no saben que El Expreso Imaginario tuvo un fugaz paso como programa de radio. ¿Cómo se dio esa experiencia?
AR: Luego de muchos años, hubo un intento en 2001 de reflotar la experiencia, pero no pasó de una emisión en radio La Tribu, que fue divertida y que contó con la conducción de Rubén de León, el cantante y líder de La banda del paraíso, pero no dio para continuarlo. Luego, Jorge Pistochi hizo algunas producciones para números sueltos, y nada más. 
APU: Hoy estás trabajando en un libro que tiene que ver con rescatar tus notas del Expreso. Contanos un poco más acerca de este proyecto
AR: Efectivamente, estamos haciendo un libro con Pipo y Kleiman de nuestras notas en el Expreso. Por supuesto que tenemos que ser selectivos, porque es un trabajo que va a tener unas 400 páginas y no podemos poner todo. Además, son sólo nuestras notas, de las cuáles tenemos los derechos y nos pone muy contentos poder hacerlo. Y como estamos prologando las entrevistas que hicimos por aquellos días, nos movilizó mucho también. 
APU: Más allá de los montones de recuerdos que tenés de aquella época ¿Qué te pasó al volver a tomar contacto con aquel material?
AR: Imaginate volver a recordar, por ejemplo, el reportaje que le hice a Spinetta en la época de su disco Kamikaze en su casa de Florida, y todo lo que estaba pasando alrededor, porque el encuentro con el Flaco sucedió en medio de la guerra de Malvinas. O la nota al grupo Television, que me acuerdo que la hice a pocas cuadras donde yo trabajaba en el sello Music Hall y que la escribí en un restorán chino, donde iba a almorzar todos los días, o sea que hay elementos hasta jocosos. En resumen, es un ejercicio muy fuerte volver a recodar esas notas y darme cuenta en la mayoría de los casos qué actualidad que tienen, cómo están tan vigentes no sólo por los músicos de los cuales hablamos, sino también por la onda que tienen los escritos. 
APU: Viendo un poco la actualidad de los medios de comunicación. ¿Sentís que dejaron algún tipo de herencia en la manera de hacer periodismo escrito?
AR: En cuanto a la herencia creo que hicimos algo muy digno en la época de La Mano, y en este sentido quiero mandarle un gran abrazo a Ralph Rothschild quien posibilitó que la revista saliera en otro momento difícil para el material escrito, como fueron los años 2003 y 2004, luego del desastre del 2001, y él se jugó por el proyecto e invirtió. Esa publicación la hicimos con Pipo Lernoud, Marcelo Fernández Bitar y Martín Pérez, “El Gavilán”, hoy editor de Radar, el suplemento cultural de Página/12, quien fue muy importante; y por supuesto Roberto Petinatto el tipo que le puso a la publicación mucho más que el nombre. Y un montón de colaboradores como Fernando García, que al momento del cierre definitivo dejó una gran frase, cuando dijo: “me alegro mucho de haber trabajado en un revista que no es una franquicia”. La Mano duró 6 años, manteniendo, me parece, el espíritu del Expreso Imaginario.

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Cuando se habla de periodismo contracultural en nuestro país aparece de inmediato como referente la experiencia que se dio entre los años 1976 y 1983 y que se llamó El Expreso Imaginario, una de las revistas más contestatarias que tuvo la prensa escrita vernácula. Alfredo Rosso, uno de los más destacados periodistas especializados de rock, cuenta en esta entrevista para Agencia Paco Urondo sus comienzos como cronista en la mítica publicación, los temas inéditos para la época que abordaban en sus páginas y la historia de La Mano a principios del nuevo milenio que, según el propio Alfredo, conservó aquel espíritu rebelde y original del Expreso.
Agencia Paco Urondo: Hoy mucho se habla de mestizaje en el rock y quizás a nadie le sorprenda para bien o para mal la fusión de estilos que se puede encontrar. Y me parece que El Expreso en esto, como en tantas otras cosas, fue de vanguardia. En sus páginas podían convivir el rock, el folclore y el tropicalismo.

Claudio
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                                                                                                                                                     por Humphrey Inzillo
24 de marzo de 2019  
Este tema es para los vejetes, para Rosso, para Kleiman.", dice el Indio Solari antes de cantar "Aquella solitaria vaca cubana" en un memorable concierto en Cemento, en 1987, donde Luca Prodan compartió escenario con los Redondos y cantó "Criminal mambo".

Claudio Kleiman se ríe cuando recuerda esa dedicatoria, inmortalizada en un casete pirata. "En ese momento ya éramos los vejetes", dice. Diez años antes, había sido el primero en escribir sobre ese grupo de delirantes que se convertiría en uno de los más convocantes de la historia del rock vernáculo. Ese es solo uno de los hitos en las cuatro décadas que Kleiman lleva como periodista de rock. En ese derrotero, pasó de ser un referente hasta transformarse en una leyenda. Fundador del Expreso Imaginario y pilar de la edición argentina de Rolling Stone desde su primera edición, en 1998, su firma es una de las más prestigiosas del continente. En todos estos años de tinta y música, se ganó la admiración de Charly García (que esperaba con ansias cada una de sus críticas) y de Gustavo Santaolalla (que lo considera uno de los mejores periodistas del mundo), participó de zapadas memorables en las salas de ensayo de La Renga y de Divididos, y entrevistó a gigantes como Iggy Pop y Carlos Santana, entre muchos otros. Sin embargo, y aunque no planea abandonar el oficio de escribir, su gran motivación hoy está sobre el escenario.

"La música es lo más cerca que tenemos los seres humanos a una experiencia trascendental, está más allá de las palabras y de los conceptos, es aire en movimiento -dice, inspirado por su nuevo métier principal-. La música y el periodismo siempre fueron como caminos paralelos, y que la música tenga un lugar más visible ahora es algo que estuve esperando desde hace mucho tiempo".

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No es casual que su álbum debut, Era hora, llegara en un momento crítico para su oficio de toda la vida. "El periodismo está en una transición que nadie sabe muy bien para dónde va. ese que conocimos, con el que nos formamos, de notas largas, de investigación, de opinión, ahora solo se encuentra con cuentagotas, no tiene lugar en internet", reflexiona.
No es casual, tampoco, la impactante lista de invitados que se sumaron al disco desinteresadamente (ver recuadro). Kleiman nunca tuvo conflictos a la hora de borrar la frontera entre el músico y el periodista, y a partir del respeto que generaba cada uno de sus artículos, se ganó la amistad de varias generaciones de músicos argentinos. Era hora no es la incursión de un periodista en el terreno de la práctica musical, sino el resultado de una pasión de toda una vida: a la par de su carrera periodística, tocó con Skay Beilinson en una formación paralela a los Redondos (a comienzos de los 80), grabó un demo de tinte latinoamericanista -que incluía una versión del compositor brasileño Alceu Valença- y condujo varios proyectos ligados esencialmente con el blues.


 

Debajo del álbum blanco
Los tres primeros volúmenes de la discoteca Kleiman parecen parte de un manual del perfecto rockero: el Álbum Blanco, de los Beatles; Almendra y Manal. "Eran los que habían salido en ese momento, y no me imaginaba que iban a ser los mejores que iba a escuchar en mi vida", dice y evoca su adolescencia, esos años en los que iba a recitales, compraba vinilos y quería saber todo. "Haber crecido en los 60 y los 70 fue un caldo de cultivo muy rico. Mis primeros recitales fueron los B.A. Rock, pero también iba al Luna Park a ver a Viglietti o Quilapayún, y a escuchar a Piazzolla con Gerry Mulligan en el Auditorio Belgrano. Todo eso, mucho antes de pensar siquiera en la posibilidad de escribir".
Fue por esos años, también, que además de devorar críticas de discos en la Pelo y en Cronopios, empezó a escribir poesía y cuentos cortos, con una participación fugaz en una antología de poetas jóvenes a cargo de Miguel Grinberg, el pope de los escritores con alguna pretensión beatnik a quien Kleiman seguía con admiración en el diario La Opinión. "Y eso fue antes del Expreso, que fue mi acercamiento al periodismo y al rock ya desde adentro".

Cuando terminó el secundario, empezó a cursar Psicología sin demasiada convicción. Hasta que el servicio militar (en el Regimiento de la Policía Militar, en Palermo) lo obligó a interrumpir los estudios. Y, aunque parezca increíble, le cambió la vida (para bien).

En rigor, no fue exactamente la colimba lo que le cambió la vida sino un encuentro con un compañero, Alfredo Rosso, que con los años se transformaría en otro de los pilares del periodismo del rock vernáculo. Juntos conformaron un tándem imbatible. "En la colimba yo estaba con el radar atento a ver si aparecía algún alma afín al rock dentro de ese confinamiento. Y un día, en una guardia que le decían «imaginaria» porque era sin armas, me encuentro con una revista Mordisco, que fue anterior al Expreso. La tenía un pibe que no tenía mucha pinta de ser lector de Mordisco. Entonces le digo: «Che, ¿esa revista es tuya?». Y ahí me cuenta que se la había prestado un tal Rosso, de la oficina del Sargento Primero. Entonces empecé a buscar al dueño de la revista. Y resulta que no solo era lector, sino que escribía ahí. Así lo conocí, e inmediatamente nos hicimos recontraamigos. Y enseguida me contó que el dueño, Jorge Pistocchi, estaba ideando otra publicación. Al siguiente franco que tuvimos me llevó al departamento de Pistocchi en la calle Viamonte. Y eso fue un antes y un después para mí".
-¿Por qué?
-Su casa era un quilombo, había un par de colchones en el piso, una mesa larga llena de papeles. Y Pistocchi se ponía a hablar y era como una especie de gurú. Gurú por la capacidad de persuasión y por su pensamiento, que era muy profundo. La gente que se reunía a su alrededor era extraordinaria.

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Un debut esperado
A fines del año pasado Kleiman lanzó su primer disco, Era hora, que incluye una ecléctica lista de invitados, con leyendas como León Gieco, Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Gustavo Santaolalla; pioneros como el baterista Rodolfo García (Almendra), el guitarrista Claudio Gabis (Manal) y el tecladista Ciro Fogliatta (Los Gatos); héroes del blues como los maestros Marcelo Ponce y Jorge Senno o el baterista Juan Carlos Tordó (La Mississippi); y un seleccionado que incluye al murguista uruguayo Alejandro Balbis, el violinista estrella Javier Casalla, la cantante Claudia Puyó y músicos de los Ratones Paranoicos, entre varios más. Un personal imponente para cualquier disco debut, que cosecha el respeto y, fundamentalmente, el cariño que Kleiman ha sembrado en todos estos años de música. Son ocho canciones propias y dos coautorías (con Skay Beilinson y Pipo Lernoud), que dialogan con algunas obsesiones del rock nacional, pintan un paisaje urbano e indagan en cierto existencialismo barrial.

Cuando volvió a Psicología, en mayo de 1976, Kleiman se encontró con un panorama absolutamente distinto del que había dejado antes de entrar, todavía en democracia. Los pasillos de la facultad, que antes estaban plagados de carteles y eran un hervidero de militancia política, expresiones artísticas y tensión sexual, se habían apagado. "Estaban las paredes blancas, peladas. No había actividad, todos se mostraban sumisos, como salidos de 1984, de Orwell. Así que si la carrera me había interesado poco desde un principio, el contexto me alejó definitivamente".
En ese momento, el Expreso Imaginario estaba en gateras y Kleiman había asumido la sección de las críticas de discos. En parte, por su incipiente formación en el tema pero también porque su trabajo en la librería y disquería que tenía su hermano en Flores, y 

adonde iban a comprar Pedro Aznar y Daniel Melero, le permitía tener acceso a los últimos lanzamientos. Para el primer número, que salió en agosto de 1976 y en portada ofrecía una "Guía práctica para habitar el planeta Tierra", Kleiman reseñó discos de Bob Dylan, Neil Young y Frank Zappa. El reconocimiento llegó en el correo del segundo número, cuando Charly García mandó un texto breve, pero sumamente auspicioso, donde felicitaba a todo el staff y destacaba especialmente la sección Discos. "Todavía no lo conocía personalmente. Por eso se la debo: yo era un pendejo recién llegado y, a partir de eso, me empezaron a mirar con más respeto".-Alguna vez dijiste que, más que una revista, el Expreso... fue una experiencia vital.-Claro. Fue como una salvación para nosotros, y muchos lectores también lo sintieron así, porque nos pudimos crear como un micromundo. Era como una isla dentro de esa realidad siniestra que se vivía. El grupo inicial era una reunión de talentos alucinante. Además de Pistocchi estaba Pipo (Lernoud), que sería el codirector del Expreso y el Negro Fontova, ilustrador y director de arte. También Alberto Ohanian, que no por nada después fue mánager de Spinetta y de Soda Stereo, un tipo muy importante para realizar los delirios que Pistocchi tenía en la cabeza. Y Uberto Sagramoso, que fue el primer fotógrafo del Expreso. Todos tenían unos años más que Alfredo [Rosso] y que yo. Imaginate que todos los que quedamos vivos seguimos siendo muy amigos.-¿Y cómo fue el vínculo con los músicos?-Éramos parte de lo mismo: un grupo chico de gente que teníamos que cerrar filas. Eso produjo inmediatamente una hermandad y muchos siguen siendo amigos hasta el día de hoy: Gustavo Santaolalla, León Gieco, Claudio Gabis, incluso Luis [Alberto Spinetta] y Charly, por supuesto. Con algunos de ellos jugamos partidos de fútbol memorables.

Rock maravilla para este mundo
Aunque escribió muchísimas notas emblemáticas, como un largo perfil de Bob Dylan y un par de entrevistas antológicas a Charly García, Claudio Kleiman pasará a la historia por la crónica del primero de los Lozanazos, aquellos célebres conciertos en La Plata que dieron origen al mito de los Redondos. "El incipiente movimiento de rock platense parece volver a reverdecer viejos laureles. Así parece preanunciarlo la presentación, en el teatro Lozano de La Plata, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, una delirante banda de nueve integrantes y multitud de colaboradores, que a fuerza de rock and roll, ingenio y buen humor parece querer remedar las doradas épocas de la psicodelia", escribió. Un par de párrafos a continuación, profetizaba: "Esos Redonditos de Ricota van a dar mucho que hablar en el futuro".

Cuatro décadas más tarde, Claudio evoca el impacto inicial y, una vez más, la amistad instantánea que nació aquella noche. "El paralelo más cercano que se me ocurrió cuando los vi fue con Frank Zappa y The Mothers of Invention, porque montaban un circo freak en el escenario. Había efectos especiales que fallaban, tiraban gallinas. Acá, no había precedentes de algo así. Y el nombre tenía una referencia muy clara a los grupos de rock & roll de los 50, como Bill Haley & His Comets, y eso era políticamente incorrecto".La noche del primer concierto, en un bar, Kleiman, Skay y Poli forjaron una amistad que llega hasta hoy.

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Conoció a los demás, pero el acercamiento y la charla fue con ellos. "Hacían una música distinta de cualquier otra música que existía. Eso me atrajo mucho, porque me di cuenta de todo el bagaje cultural que traían, de que estos tipos habían curtido la psicodelia y habían leído los mismos libros que yo".-Y a partir de ese encuentro inicial y de esa primera mítica nota, ¿cómo siguió la relación?-Ellos tenían un departamento acá en Buenos Aires y siempre que venían, una vez por semana, Poli me avisaba y salíamos de copas. Íbamos a beber y en esas vueltas te encontrabas con personajes que ellos iban incorporando en los Redondos. Como Enrique Symns, en ese entonces monologuista del under. Y varios más que descubríamos en esas aventuras nocturnas.-¿Y cómo te llevabas con el Indio?-Teníamos un vínculo por el lado de la melomanía; él se hacía unas compilaciones en casete porque decía que se aburría de escuchar discos completos. Un adelantado a su época (risas). Los escuchábamos cuando iba a la casa. Era una caja de sorpresas porque no los mezclaba de cualquier manera, tenía una cuestión, era un DJ. Y discutíamos bastante porque en muchas cosas no coincidíamos. El se jactaba de ser más abierto y tiene razón, siempre fui más clásico en mis gustos. Por ejemplo, la época del new romantic yo no me la bancaba ni ahí y a él le gustaba. Te hablo de la segunda mitad de los 80.Kleiman vio el crecimiento exponencial del grupo hasta alcanzar la dimensión de estadios. Y fue testigo, también, de la consagración de artistas como León Gieco, Charly García y Gustavo Santaolalla. "Charly me confesó, no hace mucho, que él esperaba especialmente leer mis reseñas sobre sus discos. Y eso, imaginate, lo que significa para mí", se enorgullece entre recuerdos de sesiones de grabación y reportajes compartidos.-¿Cómo lidiás con la idea de que muchos de tus amigos músicos se hicieron millonarios?-Lo hago lo mejor que puedo. No se me escapa, digamos, esa contradicción, pero así como he visto eso también he visto gente muy talentosa terminar en la miseria. Quejarse sería pretencioso o injusto de mi parte. Quizá nunca fui muy hábil. Siempre fui más detrás de lo que me atraía hacer que de lo que podía proporcionar un rédito económico. Y bueno, qué se yo, calavera no chilla. Me hubiera gustado ganar más plata, pero no sé si no tuve la habilidad o el talento. Por otro lado, si yo hubiera querido hacer plata hubiera seguido la carrera de escribano, igual que mi papá, que era lo que él quería, y probablemente estaría muy bien económicamente. Hubiera heredado la oficina de mi viejo. Pero bueno, uno entró en esto como una forma de rebelarse contra el orden establecido. Y eso, en mi caso, no tiene muchos premios.

Palabra de Santaolalla

Desde Kuwait, donde participa de una gran conferencia de videojuegos, y antes de partir a Suiza para una visita especial al CERN, el mayor laboratorio de investigación en física de partículas del mundo, Santaolalla escribe sobre Kleiman. "Claudio es uno de los periodistas de rock más capacitados que he conocido en mi vida. Siempre he sido un ávido lector de publicaciones de música de todo el mundo, y luego de haber leído a autores como Lester Bangs, Dave Marsh, Robert Hilburn, Timothy White y Joe Boyd, entre otros, puedo afirmar con certeza que Claudio está a la par de cualquiera de esos monstruos del periodismo del rock mundial. Su conocimiento es tan vasto y su capacidad de análisis tan acertada que siempre ha sido una referencia fundamental para el descubrimiento de nuevos artistas y la profundización de la obra de los ya establecidos. Claudio es uno de los pioneros del periodismo de rock en nuestro país y uno de los pocos que le han dado validez y seriedad a la profesión. A su trabajo como cronista ha sumado su talento como músico también y creo que eso hace que hoy su comprensión de lo que escribe sea aún más profunda. Pero además de sus increíbles condiciones como cronista, Claudio posee una calidad humana que le permite relacionarse con sus entrevistados de una manera muy especial. En sus reportajes logramos llegar a descubrir aspectos de un artista que muchas veces no se conocen. Finalmente, debo confesar que, en mi caso, se suma a mi admiración y respeto como profesional, el entrañable cariño que le tengo como amigo".

Claudio fue parte fundamental en la historia del Expreso y esta nota no podía faltar.
En esas lejanas épocas lo escuchaba cantar y cuando lo hago hoy no puedo creer como ha crecido y la perserverancia que tuvo para llegar a ser considerado un excelente músico  y como siempre lo fue, periodista.

Ralph

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